Como dormir y soñar, como comer y reír,
como llorar; si nuestro organismo lo hace es porque adquirió importancia
evolutiva. Los recursos son limitados; por tanto, nuestro organismo, impulsado
por nuestro cerebro, no realiza ninguna acción sin significación evolutiva, para
permitirnos adaptarnos de la mejor forma a nuestro medio ambiente, garantizando
así nuestra supervivencia.
De esta forma surgió, entre otras muchas
cosas, la cooperación, el altruismo recíproco, la acción de ayudar al prójimo
porque de esta forma garantizamos, o eso creemos, que vamos a recibir el mismo
trato cuando lo necesitemos. Hasta Buda así lo dijo, el altruismo puro no existe,
porque aunque no se espere nada a cambio de la otra persona sí que esperamos
sentirnos bien con nosotros mismos. Realizo
una buena acción porque espero sentirme moralmente bien una vez realizada ésta.
Un ejemplo muy claro es el que nos puso un profesor de psicología social en mi
primer año de carrera. Estás en el
autobús, no quedan asientos libres y tú estás ocupando uno. Entra una mujer
embarazada y le ofreces tu asiento. Ella lo acepta, pero no te das las gracias.
Te quedas molesto. “Hay que ver que no me ha dado ni las gracias”. Esperabas
esa gratificación por su parte, esperabas algo a cambio (y por lo menos
esperabas sentirte bien moralmente).
El altruismo, y la cooperación entre
iguales, e incluso entre miembros de diferentes especies, surgió de forma
evolutiva. Éramos más capaces si uníamos nuestras fuerzas para cazar un mamut,
eso garantizaba o facilitaba, cuanto menos, nuestra supervivencia. Si yo hoy te ayudo a ti, quizás mañana tú
estés para cuando te pueda necesitar. "Todo" es evolutivo. Numerosos estudios
revelan, por ejemplo, que las mujeres son más capaces de desconectar su cerebro
durante la cópula que los hombres. Esto es porque el hombre necesitaba
permanecer más atento en caso que, mientras realizaban el acto sexual, un
depredador irrumpiera en el lecho amoroso de cualquier caverna “de carretera”.
Como el miedo, como el enamoramiento, como el asco, como el sudor que humedece
tus manos cuando te enfrentas a algún peligro, "todo" es evolutivo. Si nuestro
organismo lo hace es porque tiene un significado, de cualquier otra forma no
invertiría recursos energéticos en ninguna de sus acciones.
Debemos asumir esta idea, la idea de que
todas las conductas que realiza nuestro organismo tienen un significado
evolutivo y que todos los cambios se originaron para garantizar nuestra
supervivencia en un mundo lleno de peligros. Seguramente Lucy, “La Madre
Ancestral de la Humanidad” caminaba ya erguida porque “descubrieron” que podían
disponer de otra fuente de alimentación diferente a la que encontraban en los
árboles que, seguramente, comenzaron a escasear. Ese fue el primer paso,
bipedismo para buscar alimento y trepar (aunque no tan elegantemente como sus
predecesores) a los árboles para estar seguros.
Volviendo ahora al concepto de altruismo
cabe plantearse una pregunta, ¿somos altruistas o egoístas por naturaleza?
Algunas teorías, como la de la “Tabula Rasa”, popularizada por el filósofo
inglés John Locke, se decantan por una mente que nace limpia e inmaculada, sin
reductos del pasado, totalmente virgen y que se estructura tras el nacimiento
con cada una de las experiencias a las que el individuo es sometido a lo largo
de su vida. Pero estas teorías empiristas no dejan de presentarnos una visión
un tanto romántica de lo que realmente somos, ya que nos dispone de la libertad más
absoluta para definirnos como individuos, como personas. No podemos negar que
el ambiente nos conforma en mayor medida (La educación, el entorno social, la
familia, los amigos y todas y cada una de las experiencias vividas son la que
nos dotan de una carácter, de una representación fidedigna de nuestra
idiosincrasia). Sin embargo, no podemos omitir que atrás dejamos un pasado, una
memoria evolutiva; como los recuerdos que conforman nuestra memoria individual
y que nos hacen hoy ser las personas que somos. Al igual que, como individuos, careceríamos de
identidad propia sin los recuerdos de nuestra vida pasada, no seríamos, como especie, la raza
“superior” que hoy presumimos ser si ignorásemos la historia de la evolución.
Sin la más mínima intención de polemizar sobre las creencias de las personas
sobre el origen de nuestra especie, de nuestro mundo o de lo que nos espera
tras nuestro último soplo de aire, creo que sería absurdo obviar algo con tanta
solidez como el carácter evolutivo de las especies en pos de teorías divinas
sin fundamentos, lo cual no quiere decir que no pudieran ser ciertas. Pero soslayar y eludir el hecho de que
procedemos de un pasado evolutivo me parece
un pensamiento arcaico, poco crítico y de inflexibilidad mental, pues solo
haría falta echar un vistazo a trabajos como los de Steven Pinker y otros
biólogos evolutivos para darnos cuenta de que disponemos de un pasado
filogenético y ontogenético.
El altruismo fue evolutivo porque era
mejor que ser egoísta.
La ciencia del cerebro o neurociencia
(cada vez menos gracias a Dios, o a la evolución) ha utilizado los cerebros de
animales para trasladar los conocimientos adquiridos a través de éstos a la especie
humana. Los más utilizados, los de ratas (supongo por la relación inversa entre
el parecido de sus cerebros y la característica de especie “repugnante” que se
les ha otorgado desde siempre a estos simpáticos animalillos). Pareciera que es más
ético sacrificar el cerebro de una rata en pos de la ciencia que el de un
chimpancé, como si una vida valiese más que otra. Claro que sería tosco negar
la importancia y relevancia que ha tenido el estudio de los cerebros de
animales para comprender las causas del comportamiento humano y, por ende, la
posibilidad de salvar muchas vidas. En cualquier caso, no quiero crear un debate
acerca de la experimentación animal, sino enfatizar el hecho de que somos,
nuestro cerebros son, mucho más parecidos al de cualquier otro mamífero del
reino animal de lo que podamos imaginar. De hecho, en mucha bibliografía podemos
encontrar 3 subdivisiones de nuestro cerebro. El primero, el cerebro
reptiliano, el tronco encefálico, encargado de las funciones vitales de nuestro
organismo tales como respiración, ritmo cardíaco, etc. El segundo, el cerebro
mamífero o emocional, con nuestro sistema límbico y todo el conjunto de
emociones del que disponemos. El tercero, el cerebro racional, la parte
pensante, el cerebro ejecutivo y evaluador, la corteza o neocorteza. Y es esta
última subdivisión, el cerebro racional, la que nos diferencia, “con
diferencia”, del resto de los mamíferos. La capacidad de evaluar las acciones,
de tomar las decisiones, la consciencia y, como no, el habla, son el legado que
esta diferenciación cerebral nos ha dejado y la que nos hace tan distintos al
resto de seres vivos.
Recuerdo cuando asistí, inmóvil y
horrorizado (todo hay que decirlo) a uno de los muchos partos de una perra
caniche que tuve hace años, Tuitti. Lo que más me impresionó no fue el instinto
maternal de Tuitti y cómo ésta, sin emitir sonido alguno, dio a luz a ocho
cachorros, los lamió hasta dejarlos relucientes y se comía la placenta, sino cómo
los cachorros se peleaban entre ellos por asir un pezón de Tuitti y poder así
alimentarse. Mientras unos engordaban por días otros murieron. La analogía con
los seres humanos es perfecta si observamos el comportamiento de un bebé
humano. Al margen de las carencias individuales de las que disponemos tras ser
dados a luz, si observamos el comportamiento de un bebé, e incluso el de un
niño en sus primeros años de infancia, nos podemos dar cuenta del sustrato
egoísta con el que venimos al mundo (y es algo normal porque todo lo que hace
nuestro organismo, incluso nuestras conductas en los primeros momentos de vida,
lo hace a favor de nuestra adaptación y
supervivencia). A partir de ahí, la educación recibida por los padres y la
sociedad en general son los encargados de minimizar ese egoísmo innato con el
que nacemos e ir inculcando en el niño el altruismo y la generosidad para
adecuarlo a un estilo de vida altruista, cooperativo, empático y afable. Pero
no porque nazcamos con estas características, sino porque son miles de años de
evolución los que nos ha enseñado que si hoy yo te ayudo a ti, tú estarás ahí
disponible cuando a mí me haga falta en el futuro.
Ahora bien, ¿qué puede estar pasando en
las sociedades actuales? ¿por qué se ven conductas tan sorprendentemente
egoístas en las civilizaciones de ahora? ¿Por qué un hombre tirado en una acera
(esto se hizo en un experimento social en Alemania) en una calle llena de
transeúntes debe esperar 15 minutos hasta que alguien pare a prestarle ayuda?
Antes debíamos alimentarnos cazando un
mamut, o debíamos excavar una cueva para poder estar a salvo de depredadores, y
para elle necesitábamos ayuda. Yo te ayudaba a ti y tú a mí, y así nos
beneficiábamos los dos. ¿Podría ahora estar ocurriendo un cambio? Nunca antes
en la historia de la humanidad los cambios y el “progreso” habían ocurrido a
tal velocidad. Los cambios en la comunicación y, por ende, en las relaciones
sociales están sufriendo un deterioro significativo en los comportamientos interpersonales. En la era de la comunicación estamos más desconectados que
nunca; si no del mundo, de las personas. Quizás esa proximidad física que
estamos perdiendo sea necesaria para enfatizar y producir ese carácter empático
(quizás no, seguro) que poco a poco podría estar desapareciendo (ayer sin más
me llegó un vídeo de media hora de peleas callejeras. Lo sorprendente no es el
hecho de que existan peleas callejeras, sino que hay gente dispuestas a
grabarlas en lugar de parar la pelea, a editar las imágenes y distribuirlas por las redes sociales). Quizás
la capacidad y disponibilidad de conseguir “el mamut” de forma individual,
desde casa, con un clic, esté produciendo ese cambio que va desde el altruismo,
sea recíproco o de cualquier otra forma, hacia un pensamiento más egoísta,
alimentado éste, cómo no, por una sociedad competitiva e individualizada. En cualquier caso, todo esto son especulaciones que espero nos hagan reflexionar hacia dónde nos dirigimos y hacia dónde dirigiremos las generaciones futuras...
Miedo me da cuando las consecuencias de
esta forma de vida se manifiesten….
0 comentarios:
Publicar un comentario