Sin duda ahora está de moda, la moda del
bienestar emocional. La búsqueda incesante y quimérica de la felicidad vendida
a precio de coste a unos pobres y virtuales seres sumisos ante el frenesí que
actualmente reina en pos de poseer más de todo, incluso más felicidad.
Una vez alguien me dijo que quería ir a
India en sus vacaciones. Yo le pregunté que a qué parte de India quería ir,
pues India es muy grande. Cara de asombro. Respuesta: “Ah, no sé, a India”.
Ahora bien, pensemos una cosa, ¿realmente
nos gustan los pantalones que nos acabamos de comprar, el coche que conducimos,
y que tanto esfuerzo nos está costando pagar, e incluso esa chica que nos quita
el sueño cada noche? No nos engañemos, la razón por la que nos gustan nuestros
pantalones de cien euros, el coche que nunca terminaremos de pagar y esa chica
rubia y esbelta es porque está de moda. De hecho, si viviéramos en China
comeríamos perro y no jamón.
Seguimos a las modas como los ánsares de konrad
Lorenz seguían a éste mientras nadaba por el estanque, pues eran lo primero que
habían visto en su vida; aunque el bueno de Lorenz nunca los alimentaría.
No hace mucho le pregunté a una persona,
tras intuir la falta de capacidad de experimentar éste en sus propias “carnes”
el sufrimiento ajeno, por cuán empático se consideraba que era. Bien, no sabía
qué era la empatía.
Pero, al margen del desolador ataque a
nuestra cultura, sí es cierto que en toda esta moda del bienestar emocional
existe una palabreja de moda: empatía, que no simpatía.
Por definición:
Empatía: Identificación
mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.
Simpatía: Inclinación
afectiva entre personas, generalmente espontánea y mutua.
No sé si se apreciará la diferencia entre
ambas definiciones. La primera, la
empatía, no tiene por qué existir esa interrelación entre las dos personas. En
la empatía te pones en el lugar del otro, mientras que en la simpatía habla de entre personas; es como si hubiera algo
a cambio, ¿no lo parece?
Desglosemos el asunto un poco para
entender mejor la diferencia de conceptos; y para ello permítaseme utilizar un
ejemplo cotidiano. Una persona que cuenta con una vida social exitosa. No le
falta nunca la compañía para ir una noche al teatro o a tomar unas cañas. Esa
persona tiene un buen trabajo, dotes sociales y un estatus económico “decente”.
Pero un buen día la cosa se complica. Su empresa hace recorte de personal y lo
despiden. Eso le lleva a mantener fuertes disputas con su pareja y finalmente,
tras romper con ésta, entra en una profunda depresión. Su economía se tambalea
al mismo ritmo que su autoestima, y los sentimientos de tristeza le invaden y
colapsan. Sus habilidades sociales se resienten, pues sus pensamientos ahora
distan mucho de lo que fueron hace tan solo unos meses. Hundido, revuelto y
trastornado por un destino cruel, traicionero e inconcebible para él hasta el
momento, saca fuerzas de flaqueza y decide afrontar la situación. Comienza a ir
a terapia y a buscar trabajo de nuevo. En los momentos de soledad absoluta,
cuando la tristeza y el desconsuelo se apoderan de su cuerpo, mente y alma,
recurre a sus amistades, esas con las que solía ir al teatro y de cañas por la
ciudad. Pero él ya no es el que era, esa persona divertida y solazada, alegre,
quien solía amenizar esos momentos del vino con alguna de sus alocadas
anécdotas. Pero ahora también parece que ellos tampoco son los que eran, sus
amigos. Todos le dan de lado, pues a nadie le apetece tener como compañero a
alguien en su estado deprimido. Ahora no hay equidad, no existe esa inclinación
afectiva entre personas.
Este es un claro ejemplo de simpatía. Eso
sí, de simpatía extinguida.
Ahora nuestro personaje no puede dar lo
que necesitan esas personas “simpáticas”. No hay reciprocidad, la reciprocidad
necesaria para esa coexistencia entre dos individuos. Ahora solo queda que
aflore la empatía, esa que muchos ni siquiera saben qué significa.
La empatía significa la capacidad de
ponerse en el lugar del otro, de sentir como éste, “de calzarnos sus zapatos”.
La empatía significa estar ahí, al lado de esa persona que lo necesita, aun sin
ser la tarde perfecta. La empatía significa comprender, entender, estar,
escuchar sin dar consejo. No debe haber reciprocidad, pues no existe ese entre.
¿alguien dispuesto a ello?
Por supuesto que a nivel neurobiológico y
neurofuncional existen diferencias significativas entre ambos términos, y se
pueden observar claramente en cómo la empatía y la simpatía ocupan diferentes
estructuras cerebrales con diferentes neurotransmisores formando parte del
entramado juego de las emociones ajenas. A saber.
La simpatía aparece y desaparece
dependiendo de lo que se obtenga a cambio. Es como el anuncio de los Donetes,
que los amigos desaparecen cuando éstos se acaban. Aquí entran en juego los
circuitos de recompensa del cerebro. En el cerebro emocional se encuentra el
Núcleo Accumbens, el centro del placer. Éste se activa cuando un
neurotransmisor específico lo invade, la dopamina. En ese momento
experimentamos placer. Esto ocurre cuando predecimos que vamos a comer nuestra
comida favorita, que vamos a tener relaciones sexuales o que viene a visitarnos
nuestro mejor amigo, el empático. Adviértase que digo “cuando predecimos”, pues
el subidón a veces se da solo con el hecho de advertir que se va a presentar
eso que tanto nos gusta. La dopamina está involucrada en sustancias adictivas
como la cocaína. La cocaína aumenta en proporciones muy elevadas los niveles de
dopamina. Nuestro cerebro se habitúa a tal subidón y cuando se deja de consumir
el polvo blanco nuestro cuerpo demanda esas grandes cantidades de cocaína. Cada
vez más y más. Pero para que se activen los centros del placer no hace falta
que trapicheemos con drogas. Estos también se activan cuando nos dicen algo
bonito, cuando nos dan la razón en una conversación, cuando nos ríen las
gracias en un bar de cañas e incluso cada vez que clican a “me gusta” en el
último selfie que nos hicimos en la playa.
Ahora sabemos por qué pierdes la simpatía
de las personas si estás deprimido. Si estás deprimido no tienes ganas de
reírle las gracias al bromista de turno, no le darás la razón a la gente para
caerle bien (de hecho hay estudios que muestran que las personas con depresión
son menos hipócritas y más realistas ante cualquier tipo de situación), en
definitiva, perderás la compañía y simpatía de muchos “amigos”.
Sin embargo la empatía transcurre de otra
forma totalmente diferente a la simpatía. Otros circuitos neuronales, otros
neurotransmisores, otras personas…
La noradrenalina es un neurotransmisor se
encarga de la atención, el aprendizaje, la sociabilidad y la empatía entre
otras cosas.
¿Ha oído el lector alguna vez el término
“neuronas espejo”?
Son un conjunto de neuronas localizadas
en la corteza prefrontal y parietal de nuestro cerebro y que se activan NO
cuando hacemos o sentimos algo, sino cuando vemos hacer algo o cuando alguien
siente algo. En el camino del “hacer”, estas neuronas son la base del
aprendizaje por observación e imitación, la forma más eficaz de aprendizaje en
los seres humanos. En el camino del “sentir”, es la base de la empatía. Imagine
el lector masculino (cierre los ojos por un instante después de leer este
fragmento) qué siente cuando ve que una persona le pega una patada en sus
partes más queridas a otra. Esa es la empatía. Cuando presenciamos una
situación emocional ajena, positiva o negativa, podemos tener la capacidad, o
no (véase los psicópatas), de empatizar, de ponernos en el lugar de la otra
persona. Esto, como todo lo que hace nuestro organismo, tiene sus funciones
evolutivas. Es obvio que si disponemos de esa facultad y/o capacidad de
ponernos en el lugar de la otra persona no nos acercaremos al pateador de
h___vos…
Para entender bien la diferencia digamos
que nos hicimos sociales gracias a la simpatía, pero nos hicimos humanos
gracias a la empatía. Toda falta de empatía no muestra más que el lado más
oscuro, interesado y animal de los seres humanos. Porque aunque parezca lo
contrario, la simpatía también es un mecanismo de supervivencia. Véase las
garcillas bueyeras cómo desparasitan a las nobles vacas mientras éstas pastan.
La vaca le da con el rabo a las moscas, no a las garcillas. Caen en simpatía, la
interesada simpatía.
La buena notica…
Queda claro que la simpatía es más
interesada que la empatía por las razones que hemos expuestos y por lo
mecanismos subyacentes que entran en juego con cada uno de los diferentes
procesos. La simpatía fue necesaria para sobrevivir como especie
beneficiándonos unos de otros para un bien común, y como no, propio. La empatía
también, cómo no, aunque de diferente forma. La buena noticia es que nuestro
cerebro es plástico, moldeable, modificable y siempre cambiante. La base de ese
cambio son nuestros pensamientos, el motor que genera los cambios en nuestro
cerebro, nuestra mayor arma, la cognición. Gracias a ella se puede trabajar la
empatía, desarrollando ésta para que alcance los niveles óptimos para
convertirnos en mejores seres humanos.
¿Te atreves a probar?
Magnífico artículo, me ha gustado mucho, muy bien razonado cada aspecto y existe un hilo conductor donde se va desgranando cada idea para llevarte al objetivo de la trama, además está muy bien fundamentado. Efectivamente simpatía y empatía son cosas independientes y me gusta como se establece esta distinción. Para terminar también decir que ambos términos también tienen sus relaciones. Se ha demostrado en estudios en el área de psicología social que en las técnicas de modelado se aprende mejor (empatía) cuando el modelo gusta y motiva más al sujeto (simpatía), y es que entiendo que tal como se explica bien en otro buen trabajo tuyo, nada es altruista y por lo tanto si somos empáticos también buscamos algo a cambio. Reitero mis felicitaciones, fenomenal artículo y te animo a que nos sigas deleitando con más de ellos.
ResponderEliminarMuchas gracias!!!!!
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