sábado, 5 de septiembre de 2015

Un Buen Guerrero


Ahora comienzan a oírse las notas armónicas de tu piano, aún leves, aún lejos, aún tristes, marcando el compás que recorre mi cuerpo, el que gira sobre sí mismo, el que ve los cuerpos abatidos en el albero, los que lucharon hasta la muerte, la que a todos nos llega, inevitablemente.

El público en pie, agitado, eufórico e insolente , ensimismado en el sufrimiento, el dolor y la muerte de los que perecieron en la batalla que acaba de librarse. Me aclaman, veneran y  honran. El sonido del bullicio, de la algarabía y del fandango se entremezcla suave con la melodía que emana de la yema de tus dedos, y, como el viento de principios de otoño, va cogiendo fuerza, llevándose consigo las hojas del árbol florecido. Ahora puedo oírla, acallando el rugir del tumulto y la ignorancia, e imaginando que cada una de tus notas es un latir, un palpitar que se apagó, un renacer.

Inclino la cabeza. Ahora no puedo oíros, y tampoco veros. Las lágrimas que manan de mis lastimados ojos se mezclan con la sangre derramada. Puedo olerla; huele a sufrimiento, consternación y pesadumbre, huele a libertad robada, a ilusión perdida, a sueños mutilados por la afilada espada de la injusticia y el desdén. Veo los rostros de aquellos que perecieron, de aquellos osados, que aún postrados y languidecidos, arrodillados, lucharon hasta el final. Invento sus nombres, imagino sus voces, ideo cada ilusión ahogada en la ciénaga de amargura que yace a mis pies, experimento el sentir del miedo de ese instante que se va y que abandona el dolor corpóreo y terrenal.

Pienso en sus mujeres, esperando un regreso inexistentes, ahogadas en la incertidumbre que se convertirá en tormento en el momento que comprendan que estas notas ellos no podrán oírlas.  Pienso en sus hijos, vulnerables, incapaces de comprender por qué mamá no está alegre si papá se ha ido al cielo, porque el cielo es bueno, porque allí se pueden oír todas las melodías, porque los ángeles son músicos.

Sé que seguís aclamando y vitoreando, frenéticos y fanáticos. Sé que para ustedes esto es solo un pasatiempo que rellena unas vidas vacías de amor y llenas de mentiras, las que ustedes mismo os creáis, las que ustedes mismos os creéis. Sé que antes de que mis lágrimas se sequen ya habréis olvidado lo ruegos de perdón, las súplicas de clemencia de aquellos que lo dieron todo, que lucharon hasta la muerte, hasta el último momento, consumidos con el último suspiro. Sé que mañana no recordaréis este instante, o sí; y de ser así, quizás os jactéis de haber actuado bien, de poseer conciencias limpias, y esto mientras ocultáis vuestras vidas vacías de amor bajo un grueso manto de indiferencia.

Sé todo esto, soy consciente. Pero también sé que nunca podréis oír esta bella melodía. 

Para aquellos que tras luchar contra la tristeza, el desconsuelo y la pesadumbre nos dejaron, extasiados tras una batalla que no pudieron ganar. Tras de sí dejaron una vida de sufrimiento, de batalla, de ilusión perdida. 



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