domingo, 16 de agosto de 2015

¿Cómo es tu pensamiento? Atrévete a descubrirlo...

 El estímulo visual atraviesa la córnea, la pupila y, a través del cristalino, es proyectado en la retina. A partir de ahí se produce la conversión de la imagen en un impulso eléctrico a través de los fotoreceptores retinianos (conos y bastones) que envían las señal a través del nervio óptico hasta nuestro cerebro, quién nos hace consiente de dicho estímulo visual. Imagínese el lector el nervio óptico, instaurado en la retina, como un canal hueco por donde va a circular la señal nerviosa. En este canal no hay fotoreceptores, por lo tanto un fragmento de la imagen visual, del estímulo, no es procesado; es lo que se conoce como Punto Ciego. Sin embargo, no somos consciente de este fenómeno por dos motivos. El primero, porque tenemos dos ojos, con dos nervios ópticos, con dos Puntos Ciegos, pero que no se solapan, por lo que la pérdida del fragmento de visión de un ojo es suplida y compensada por el otro. Por lo tanto para ser conscientes del fenómeno tendríamos que taparnos un ojo. El segundo, y el más increíble, porque nuestro sabio cerebro es capaz de “rellenar los huecos” carentes de información visual. ¿Esto quiere decir que nuestro cerebro puede estar construyendo nuestra realidad? Pruébalo aquí. Si te fijas y haces el primer ejemplo, el círculo negro desapareció, pero en lugar de ver un espacio desprovisto de información tu cerebro lo completó con la información que disponía, el blanco del fondo de la imagen.

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¿Sabrías decir con exactitud donde estabas hace justo un mes a las diez de la noche? Seguramente no, a no ser que en ese preciso momento estuvieras siendo partícipe de una situación emotiva y muy significativa. Pero, ¿podrías decirme dónde estabas el día 11 de septiembre de 2001 a eso de las 15:00 horas? Seguro que sí. Seguro que podrías indicar exactamente qué estabas haciendo, dónde te encontrabas, con quién y algún que otro detalle. Pero, ¿estás seguro de ello? ¿Totalmente seguro?

A partir de los sucesos del 11S, y sobre todo después de que con el tiempo, y a partir de sucesos de la magnitud de los acontecidos esa mañana en New York, la aseveración de que todos podríamos recordar con especial lucidez y precisión un acontecimiento de forma inequívoca y veraz si éste era lo suficientemente emotivo y significativo gozara de gran solidez, a partir de todo esto, se comenzó a estudiar la memoria desde una nueva perspectiva, lejos de la que se había estudiado hasta el momento. Hasta ahora se habían estudiado los procesos de consolidación y recuperación de la memoria y la pérdida de ésta, el olvido, debido a procesos degenerativos como la edad o algunas enfermedades neurológicas como el Alzheimer. Los recuerdos no son fijos e inalterables, aun cuando tengamos una imagen vívida en nuestro cerebro de un suceso determinado.

Cuando evocamos un recuerdo lo hacemos desde una determinada perspectiva, en función de características que tienen que ver con el instante exacto de la evocación de ese mismo recuerdo. El recuerdo se “extrae” de nuestra memoria, se hace presente de una determinada forma, en función, por ejemplo, del estado anímico del momento, de la situación y el contexto en el que nos encontramos en ese preciso momento y, posteriormente, se vuelve a almacenar en nuestra memoria a largo plazo; pero esta vez los detalles del recuerdo se almacenarán según lo hemos evocado. Es decir, cada vez que recordamos un suceso o un evento lo moldeamos según el contexto y el estado anímico presentes en el instante de la evocación y éste, el recuerdo, se vuelve a almacenar de esta nueva manera, modificado sutilmente, moldeado a “nuestro antojo”.

Elizabeth Loftus, una científica que dedicó largo tiempo de su vida al estudio de los recuerdos falsos, realizó un experimento tras un penoso incidente que ocurrió en una escuela.

Un adolescente entra armado en un colegio de Estados Unidos y el patio del mismo comienza a disparar a escolares indiscriminadamente, matando a decenas de ellos. Tras el fatal accidente se recogen los testimonios acerca del suceso de los allí presentes y las narraciones quedan archivadas para la investigación. Estas narraciones se utilizaron para comprobar la vulnerabilidad de los recuerdos y cómo estos eran modificados con el paso del tiempo. Lo recuerdos no son fiables, pues los modificamos a cada instante, con cada evocación del mismo.

Cuando, después de los años, se les preguntó a los testigos que aquella tarde narraron el suceso para que la policía realizara la investigación del trágico incidente, por lo que allí aconteció, Loftus descubrió que lo que los testigos recordaban nada tenía que ver con lo que ellos mismos contaron a la policía aquella tarde. Lo sorprendente es que algunos contaban haber presenciado el incidente, cuando la versión que dieron aquel día es que oyeron los disparos desde dentro del edificio. El paso del tiempo hace que el recuerdo pierda sustancia, que los detalles se pierdan, se esfumen en algún rincón de nuestro cerebro, y éste, en pos de nuestra comodidad, buscando siempre la congruencia y la continuidad, rellena los huecos de la forma que más nos conviene para mantener un ideal acorde con nuestro sistema de creencias como en el ejemplo que a continuación detallo.

Conocí a J. hace unos cinco años en un sector de escalada. Supongo que hacía calor, o eso “creo” recordar. Ese día había bastante gente en "El Corral" (nombre de esa zona de escalada deportiva de la Sierra de Grazalema, Cádiz), y allí, junto a mí, se encontraba J., una chica delgada con una sonrisa bastante divertida. Yo llevaba por entonces diez años escalando, J. tan solo uno. Nuestro primer encuentro en la vida comenzó con un intercambio de impresiones sobre la correcta colocación de un dispositivo de seguridad que se utiliza en escalada. Yo decía una cosa, ella decía otra. Cada cual con sus argumentos, seguro de sí mimo.

Ayer J. y yo hablamos, por primera vez en estos cinco años, de aquel momento. Fue increíble cómo cada uno de nosotros recordaba aquel instante. La versión de J. es que yo, con aires de prepotente, “chulito” y osado, le dije que el dispositivo de seguridad estaba mal colocado. Mi versión, cultivad en estos años es que me dirigí a ella con estas palabras: “Perdona, creo que el Cinch (así se llama el aparato en cuestión) está mal colocado”. El intercambio de opiniones fue absurdo, pues ambos teníamos razón y el aparato se podía utilizar de cada una de las dos formas a la que nos aferrábamos con uñas y dientes.

Es cierto que estábamos allí, que intercambiamos impresiones sobre la colocación del Cinch. Del mismo modo, es cierto que ambos nos fuimos de allí pensando que el otro era un arrogante y un desconsiderado, pero los detalles…. Los detalles se esfuman con el tiempo pues son, generalmente, sesgados por nuestros sistemas de creencias, por el contexto, por nuestro estado de ánimo en el momento preciso del suceso y por cada una de las veces que hemos evocado esa situación determinada, ya sea contándoselo a un amigo o simplemente rememorándolo inconscientemente cada vez que J. y yo nos hemos ido encontrando en estos cinco años. ¿Quizás J. piense hoy que fui un prepotente, más de lo que pudiera haber sido, debido a que ella me ha visto como tal en posteriores situaciones? Quien sabe. Lo que sí es cierto es que ayer J. y yo echamos unas risas y que, seguramente, a partir de la conversación de ayer, nuestro recuerdo de aquella tarde se altere de alguna u otra forma.

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Dos ejemplos de cómo nuestro cerebro construye nuestro mundo, nuestra realidad. ¿Cómo es el mundo realmente? ¿Como lo percibimos o tiene una realidad intrínseca? ¿Es realmente ese rojo tal como yo lo percibo? ¿Acaso existe el rojo? ¿Quizás esa es la razón de que tú veas ese coche amarillo y yo verde? Si nuestros recuerdos no son tal y como creemos, si nuestro cerebro “rellena” los vacíos de nuestra visión, de nuestra memoria, si nuestro cerebro, a fin de cuentas, construye la realidad, ¿por qué la inflexibilidad de pensamiento, las mentes cuadriculadas, los sesgos confirmatorios, la falta de pensamiento crítico y, a consecuencia de éste, la falta de pensamiento creativo?

“La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. En los momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento.
Albert Einstein”

Para tener una mente creativa hace falta disponer de un pensamiento crítico, y para poseer un pensamiento crítico hace falta tener una mente reflexiva, capaz de flexibilizar ideas, de objetivar, de observar el mundo desde diferentes perspectivas y ser capaces de tener en cuenta los mecanismos de los que dispone nuestro cerebro para economizar energía, optimizar recursos y hacernos la vida más “fácil”. Es en la educación donde se transmite la inquietud de conocimiento, y es en mentes educadas donde se sucede la posibilidad, por ese afán de conocimiento, de flexibilizar ideas y de incidir en la objetividad en pos de acercarnos lo más posible a una realidad que siempre va a estar sesgada; y ahí es donde radica una mente inteligente, en la capacidad de soslayar cada uno de los sesgos, de percibir y comprender que al igual no nos creemos todo aquello que leemos, vemos u oímos, no es cierto todo lo que nuestro cerebro nos dicta, pues este construye un modelo de realidad en pos de optimizar recursos, como hemos dicho antes. Educación para fomentar las ganas de adquirir conocimientos, para enriquecer nuestras mentes, y así se hacen flexibles, moldeables a lo nuevo, engrasándose ésta, enriqueciéndose, permitiéndose crecer, salir del mundo subjetivo donde nuestro cerebro quiere llevarla. Así conseguiremos un pensamiento crítico que, posteriormente, tendrá la capacidad de ser creativo, esto es, tener la capacidad de enfrentarse a la resolución de problemas de una forma eficaz y madura y solvente.

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A mediados del siglo pasado, Leo Festinger, postuló la teoría de La Disonancia Cognitiva. Ésta afirma que cada vez que existe una incongruencia entre nuestros sistemas de creencias y nuestras conductas se crea en nosotros un estado de incomodidad que nuestro cerebro tratará de elucidar. No estamos preparados para vivir con incongruencias. Ante éstas, y en pos de la búsqueda de armonía y  concordancia, podemos utilizar dos mecanismos: la racionalización o la revisión.

La racionalización, unos de los mecanismos de defensa propuesto por Freud a principios de siglo pasado, es un mecanismo por el cual el individuo argumenta y justifica sus acciones de tal forma que erradique la incongruencia a la que hacíamos mención. Es decir, ante la incongruencia entre lo que cree , entre sus ideales, y lo que hace no cambia su sistema de creencia, sino que justifica, excusa, su conducta, creyéndosela (esto es importante), para así mantener intacto su sistema de creencias. Festinger se introdujo en una secta en la que tenían la fiel creencia de que un día determinado de noviembre de ese año acabaría el mundo. Todo comenzaría a las 00:00 horas de ese día con unas lluvias torrenciales, la primera señal del apocalipsis. El bueno de Leo tenía curiosidad por saber qué argumentarían cuando nada ocurriera esa noche. ¿Racionalizarían o revisarían sus creencias? Cuando Festinger, y todos los medios de comunicación que allí se dieron cita, preguntaron a los integrantes de la secta sobre lo que había, o mas bien no había ocurrido, quedó sorprendido: “Dios nos ha salvado, ha salvado a la humanidad, nos ha perdonado, gracias a nuestros rezos y nuestra entrega”.

La revisión, es una evaluación de nuestros sistemas de creencias. Redirigirla, modificarla si es preciso cuando se dispone de argumentos suficientes que refutan la creencia actual. Los miembros de la secta, al ver que no había ocurrido nada de lo que se vaticinaba, podrían haber dejado de creer.

La racionalización es una excusa, vaga pero inconsciente, por lo que puede llegar a fortalecerse, sobre todo cuando está en juego nuestro sistema de creencia, sobre una conducta que no es consonante con nuestra creencias. La revisión, por el contrario, requiere humildad, un pensamiento crítico, la intención de mejorar, de acercarte más a la realidad, a la subjetiva objetividad de un mundo que está alterado por un cerebro cómodo, aunque al miso tiempo moldeable. De nosotros depende como modularlo y afinarlo, aunque cuanto más nos aferramos a nuestras creencias más difícil es darle forma, hacerlo flexible. Por eso la importancia de que sea en los primeros años de vida cuando tratemos de formar individuos flexibles, críticos y creativos y, por ende, resolutivos, ambiciosos, con opinión, con criterio y con la capacidad intrínseca y cultivada de afrontar las crisis venideras.

Como hemos visto en los ejemplos de la visión y la memoria, nuestro cerebro crea nuestra realidad, nuestro mundo, y la percepción que de él tenemos. Quizás cada uno nos creamos nuestra verdad, pero quizás también exista una realidad, algo “subjetivamente” más objetivo, una visión más genérica y global sobre una idea. También hemos visto los mecanismos que tratan de modificar nuestros sistemas de creencias o nuestras conductas para que exista una armonía y una concordancia entre ambas. Pero para todo ello, para posicionarte alá donde quieras, pues de ti depende, ahora sabes cuales son las condiciones necesarias si quieres posicionarte en el lado que creas correcto. Una mente flexible, un pensamiento crítico te llevarán a poseer una mente creativa.


Rompiendo una lanza a favor de Descartes, y su concepción (nada compartida por la ciencia actual pero que he querido utilizar aquí de forma metafórica) distintiva entre cuerpo y mente, tu cerebro crea tu realidad, pero tú eres quien decides en qué lugar de esa realidad permanecer.

7 comentarios:

  1. Pedazo de artículo Jose Capote, me ha encantado como describes la construcción que hace la percepción en función de la codificación que produce la sensación, efectivamente la percepción es subjetiva, ahí tenemos como prueba el gran experimento de Kohler que le ponían gafas invertidas al sujeto y al poco tiempo la mente le daba la vuelta a las imágenes y se veía de nuevo al derecho. Bueno de hecho nosotros vemos una proyección invertida de la retina. Te animo a que sigas escribiendo cosas tan interesantes porque dejas claro que nuestros prejuicios efectivamente transforman la realidad, y la pregunta que yo me hago es si las emociones también lo hacen? Porque nuestras expectativas, miedos, ansiedades, euforias... Nos hacen ver lo que queremos realmente ver? Cómo influyen las emociones en nuestro pensamiento? Quizás las chica de la escalada que pensaba de una manera y ahora piensa de otra, no existe una emoción que está actuando? Ahí lo dejo...

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  2. Gracias Manu!! un placer que me leas, te lo digo de corazón y con toda la admiración del mundo.

    Lo primero que voy a hacer tras escribirte es ver esos experimentos de Kolher, porque nunca los vi y me ha fascinado leértelo decir.

    En cuanto a lo que comentas de las emociones y en cómo éstas influyen en nuestros pensamientos es totalmente cierto. De hecho, si distinguimos entre estímulo que ejerce una emoción determinada, sabiendo que la emoción se expresa en el cuerpo y que, posteriormente, la mente se hace consciente de ese estado del cuerpo en relación a ese estímulo, evaluando la situación y esa relación estímulo - emoción para así formar un sentimiento, podemos determinar que el pensamiento es a su vez el que origina el sentimiento y, a su vez, el que origina la emoción. El estímulo generador de emociones puede ser externo, un oso, o interno, un pensamiento. Imagina un hombre (para erradicar tópicos) maltratado por la mujer durante años. La denuncia y la menten en la cárcel. Ella solo lo maltrataba a él. Con los años se encuentran en un súper. Nadie del súper tiene una emoción específica ante la presencia de esta mujer, pero él, en cuento la ve, comienza a sudar, su corazón se dispara, etc. Pero, seguramente, no hace falta que se la encuentre en el súper, sino que el simple hecho de pensar en ella le produzca una emoción y tras él un sentimiento.

    Por último, está claro que los sesgos existen. Seguramente esa chica escaladora me pareció una principiante y eso hizo que yo sopesara su acción como errónea, del mismo modo que ella me vería como un friki presumido de la escalada y se lo tomase a mal. Pero claro, ahora nos caemos bien, todo es diferente. Las experiencias modifican nuestros sesgos. No hay nada mejor que para erradicar un perjuicio que poner al individuo con perjuicios a interactuar con algún individuo con el que tiene dicho perjuicio. Estamos invadido por los sesgos, a veces necesarios para simplificar los estímulos, son heurísticos al fin y al cabo, pero peligrosos. A final vuelta a lo mismo, mente flexible, pensamiento crítico para disponer de una mente creativa que nos lleve a un punto en el que eliminemos los sesgos en la medida de lo posible y ser mejores personas. igual he mareado mucho la perdiz)

    Un abrazo

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  3. Jeje he conseguido que completes el artículo estimulándote en la dosis adecuada, me encanta, así me queda claro: estímulo percepción memoria pensamiento emoción y acción. Dicho así para simplificar y la atención presente en cada proceso. Fíjate que yo he pensado mucho en eso y la importancia del orden que a veces llegan las cosas, primero la emoción y después condiciona el pensamiento, o es primero el pensamiento quien provoca la emoción, porque lo que si he comprobado que una vez que la cadena de conductas se produce hay que recurrir a un recurso bastante consciente y responsable para cambiar el desenlace de los acontecimientos.
    Todo esto da que pensar, fenómeno, gracias un abrazo.

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  4. Muy buen artículo, Jose. No serías tú si no hicieses mención al gran Leo (y no me refiero al futbolista).

    Me ha llamado la atención la pregunta de si las emociones pueden ser cambiadas como lo son los pensamientos y las conductas en la Teoría de la Disonancia Cognitiva. Quizás ya sea hora de promulgar una nueva "Teoría de la Disonancia Emotiva".

    Un abrazo enorme.

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  5. Gracias Patrick!!! esa será nuestra teoría, no???

    Un abrazo mákina!!

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