El estímulo visual atraviesa la córnea,
la pupila y, a través del cristalino, es proyectado en la retina. A partir de
ahí se produce la conversión de la imagen en un impulso eléctrico a través de
los fotoreceptores retinianos (conos y bastones) que envían las señal a través
del nervio óptico hasta nuestro cerebro, quién nos hace consiente de dicho
estímulo visual. Imagínese el lector el nervio óptico, instaurado en la retina,
como un canal hueco por donde va a circular la señal nerviosa. En este canal no
hay fotoreceptores, por lo tanto un fragmento de la imagen visual, del
estímulo, no es procesado; es lo que se conoce como Punto Ciego. Sin embargo,
no somos consciente de este fenómeno por dos motivos. El primero, porque
tenemos dos ojos, con dos nervios ópticos, con dos Puntos Ciegos, pero que no
se solapan, por lo que la pérdida del fragmento de visión de un ojo es suplida y compensada por el otro. Por lo tanto para ser conscientes del fenómeno tendríamos que
taparnos un ojo. El segundo, y el más increíble, porque nuestro sabio cerebro
es capaz de “rellenar los huecos” carentes de información visual. ¿Esto quiere
decir que nuestro cerebro puede estar construyendo nuestra realidad? Pruébalo
aquí. Si te fijas y haces el primer ejemplo, el círculo negro desapareció, pero en lugar de ver un espacio desprovisto
de información tu cerebro lo completó con la información que disponía, el
blanco del fondo de la imagen.
*
¿Sabrías decir con exactitud donde
estabas hace justo un mes a las diez de la noche? Seguramente no, a no ser que
en ese preciso momento estuvieras siendo partícipe de una situación emotiva y
muy significativa. Pero, ¿podrías decirme dónde estabas el día 11 de septiembre
de 2001 a eso de las 15:00 horas? Seguro que sí. Seguro que podrías indicar
exactamente qué estabas haciendo, dónde te encontrabas, con quién y algún que
otro detalle. Pero, ¿estás seguro de ello? ¿Totalmente seguro?
A partir de los sucesos del 11S, y sobre
todo después de que con el tiempo, y a partir de sucesos de la magnitud de los
acontecidos esa mañana en New York, la aseveración de que todos podríamos
recordar con especial lucidez y precisión un acontecimiento de forma inequívoca
y veraz si éste era lo suficientemente emotivo y significativo gozara de gran
solidez, a partir de todo esto, se comenzó a estudiar la memoria desde una nueva perspectiva, lejos de
la que se había estudiado hasta el momento. Hasta ahora se habían estudiado los
procesos de consolidación y recuperación de la memoria y la pérdida de ésta, el
olvido, debido a procesos degenerativos como la edad o algunas enfermedades neurológicas
como el Alzheimer. Los recuerdos no son fijos e inalterables, aun cuando
tengamos una imagen vívida en nuestro cerebro de un suceso determinado.
Cuando evocamos un recuerdo lo hacemos
desde una determinada perspectiva, en función de características que tienen que
ver con el instante exacto de la evocación de ese mismo recuerdo. El recuerdo
se “extrae” de nuestra memoria, se hace presente de una determinada forma, en
función, por ejemplo, del estado anímico del momento, de la situación y el
contexto en el que nos encontramos en ese preciso momento y, posteriormente, se
vuelve a almacenar en nuestra memoria a largo plazo; pero esta vez los detalles
del recuerdo se almacenarán según lo hemos evocado. Es decir, cada vez que
recordamos un suceso o un evento lo moldeamos según el contexto y el estado
anímico presentes en el instante de la evocación y éste, el recuerdo, se vuelve
a almacenar de esta nueva manera, modificado sutilmente, moldeado a “nuestro
antojo”.
Elizabeth Loftus, una científica que
dedicó largo tiempo de su vida al estudio de los recuerdos falsos, realizó un
experimento tras un penoso incidente que ocurrió en una escuela.
Un adolescente entra armado en un colegio
de Estados Unidos y el patio del mismo comienza a disparar a escolares
indiscriminadamente, matando a decenas de ellos. Tras el fatal accidente se
recogen los testimonios acerca del suceso de los allí presentes y las narraciones quedan
archivadas para la investigación. Estas narraciones se utilizaron para
comprobar la vulnerabilidad de los recuerdos y cómo estos eran modificados con
el paso del tiempo. Lo recuerdos no son fiables, pues los modificamos a cada
instante, con cada evocación del mismo.
Cuando, después de los años, se les
preguntó a los testigos que aquella tarde narraron el suceso para que la
policía realizara la investigación del trágico incidente, por lo que allí
aconteció, Loftus descubrió que lo que los testigos recordaban nada tenía que
ver con lo que ellos mismos contaron a la policía aquella tarde. Lo
sorprendente es que algunos contaban haber presenciado el incidente, cuando la
versión que dieron aquel día es que oyeron los disparos desde dentro del
edificio. El paso del tiempo hace que el recuerdo pierda sustancia, que los
detalles se pierdan, se esfumen en algún rincón de nuestro cerebro, y éste, en
pos de nuestra comodidad, buscando siempre la congruencia y la continuidad,
rellena los huecos de la forma que más nos conviene para mantener un ideal
acorde con nuestro sistema de creencias como en el ejemplo que a continuación
detallo.
Conocí a J. hace unos cinco años en un
sector de escalada. Supongo que hacía calor, o eso “creo” recordar. Ese día
había bastante gente en "El Corral" (nombre de esa zona de escalada deportiva de
la Sierra de Grazalema, Cádiz), y allí, junto a mí, se encontraba J., una
chica delgada con una sonrisa bastante divertida. Yo llevaba por entonces diez años escalando, J. tan solo uno. Nuestro primer encuentro en la vida comenzó
con un intercambio de impresiones sobre la correcta colocación de un
dispositivo de seguridad que se utiliza en escalada. Yo decía una cosa, ella
decía otra. Cada cual con sus argumentos, seguro de sí mimo.
Ayer J. y yo hablamos, por primera vez en estos
cinco años, de aquel momento. Fue increíble cómo cada uno de nosotros recordaba
aquel instante. La versión de J. es que yo, con aires de prepotente,
“chulito” y osado, le dije que el dispositivo de seguridad estaba mal colocado.
Mi versión, cultivad en estos años es que me dirigí a ella con estas palabras:
“Perdona, creo que el Cinch (así se llama el aparato en cuestión) está mal
colocado”. El intercambio de opiniones fue absurdo, pues ambos teníamos razón y
el aparato se podía utilizar de cada una de las dos formas a la que nos
aferrábamos con uñas y dientes.
Es cierto que estábamos allí, que
intercambiamos impresiones sobre la colocación del Cinch. Del mismo modo, es
cierto que ambos nos fuimos de allí pensando que el otro era un arrogante y un
desconsiderado, pero los detalles…. Los detalles se esfuman con el tiempo pues
son, generalmente, sesgados por nuestros sistemas de creencias, por el
contexto, por nuestro estado de ánimo en el momento preciso del suceso y por
cada una de las veces que hemos evocado esa situación determinada, ya sea
contándoselo a un amigo o simplemente rememorándolo inconscientemente
cada vez que J. y yo nos hemos ido encontrando en estos cinco años. ¿Quizás
J. piense hoy que fui un prepotente, más de lo que pudiera haber sido,
debido a que ella me ha visto como tal en posteriores situaciones? Quien sabe.
Lo que sí es cierto es que ayer J. y yo echamos unas risas y que,
seguramente, a partir de la conversación de ayer, nuestro recuerdo de aquella
tarde se altere de alguna u otra forma.
*
Dos ejemplos de cómo nuestro cerebro
construye nuestro mundo, nuestra realidad. ¿Cómo es el mundo realmente? ¿Como
lo percibimos o tiene una realidad intrínseca? ¿Es realmente ese rojo tal como
yo lo percibo? ¿Acaso existe el rojo? ¿Quizás esa es la razón de que tú veas
ese coche amarillo y yo verde? Si nuestros recuerdos no son tal y como creemos,
si nuestro cerebro “rellena” los vacíos de nuestra visión, de nuestra memoria,
si nuestro cerebro, a fin de cuentas, construye la realidad, ¿por qué la
inflexibilidad de pensamiento, las mentes cuadriculadas, los sesgos
confirmatorios, la falta de pensamiento crítico y, a consecuencia de éste, la
falta de pensamiento creativo?
“La
creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la
crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. En
los momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento.
Albert
Einstein”
Para tener una mente creativa hace falta
disponer de un pensamiento crítico, y para poseer un pensamiento crítico hace
falta tener una mente reflexiva, capaz de flexibilizar ideas, de objetivar, de
observar el mundo desde diferentes perspectivas y ser capaces de tener en
cuenta los mecanismos de los que dispone nuestro cerebro para economizar
energía, optimizar recursos y hacernos la vida más “fácil”. Es en la educación
donde se transmite la inquietud de conocimiento, y es en mentes educadas donde
se sucede la posibilidad, por ese afán de conocimiento, de flexibilizar ideas y
de incidir en la objetividad en pos de acercarnos lo más posible a una realidad
que siempre va a estar sesgada; y ahí es donde radica una mente inteligente, en
la capacidad de soslayar cada uno de los sesgos, de percibir y comprender que
al igual no nos creemos todo aquello que leemos, vemos u oímos, no es cierto
todo lo que nuestro cerebro nos dicta, pues este construye un modelo de realidad
en pos de optimizar recursos, como hemos dicho antes. Educación para fomentar
las ganas de adquirir conocimientos, para enriquecer nuestras mentes, y así se
hacen flexibles, moldeables a lo nuevo, engrasándose ésta, enriqueciéndose,
permitiéndose crecer, salir del mundo subjetivo donde nuestro cerebro quiere
llevarla. Así conseguiremos un pensamiento crítico que, posteriormente, tendrá
la capacidad de ser creativo, esto es, tener la capacidad de enfrentarse a la
resolución de problemas de una forma eficaz y madura y solvente.
*
A mediados del siglo pasado, Leo
Festinger, postuló la teoría de La Disonancia Cognitiva. Ésta afirma que cada
vez que existe una incongruencia entre nuestros sistemas de creencias y
nuestras conductas se crea en nosotros un estado de incomodidad que nuestro
cerebro tratará de elucidar. No estamos preparados para vivir con
incongruencias. Ante éstas, y en pos de la búsqueda de armonía y concordancia, podemos utilizar dos
mecanismos: la racionalización o la revisión.
La racionalización, unos de los
mecanismos de defensa propuesto por Freud a principios de siglo pasado, es un
mecanismo por el cual el individuo argumenta y justifica sus acciones de tal
forma que erradique la incongruencia a la que hacíamos mención. Es decir, ante
la incongruencia entre lo que cree , entre sus ideales, y lo que hace no cambia
su sistema de creencia, sino que justifica, excusa, su conducta, creyéndosela
(esto es importante), para así mantener intacto su sistema de creencias. Festinger
se introdujo en una secta en la que tenían la fiel creencia de que un día
determinado de noviembre de ese año acabaría el mundo. Todo comenzaría a las
00:00 horas de ese día con unas lluvias torrenciales, la primera señal del
apocalipsis. El bueno de Leo tenía curiosidad por saber qué argumentarían
cuando nada ocurriera esa noche. ¿Racionalizarían
o revisarían sus creencias? Cuando Festinger, y todos los medios de
comunicación que allí se dieron cita, preguntaron a los integrantes de la secta
sobre lo que había, o mas bien no había ocurrido, quedó sorprendido: “Dios nos ha salvado, ha salvado a la
humanidad, nos ha perdonado, gracias a nuestros rezos y nuestra entrega”.
La revisión, es una evaluación de
nuestros sistemas de creencias. Redirigirla, modificarla si es preciso cuando
se dispone de argumentos suficientes que refutan la creencia actual. Los
miembros de la secta, al ver que no había ocurrido nada de lo que se
vaticinaba, podrían haber dejado de creer.
La racionalización es una excusa, vaga
pero inconsciente, por lo que puede llegar a fortalecerse, sobre todo cuando
está en juego nuestro sistema de creencia, sobre una conducta que no es
consonante con nuestra creencias. La revisión, por el contrario, requiere
humildad, un pensamiento crítico, la intención de mejorar, de acercarte más a
la realidad, a la subjetiva objetividad de un mundo que está alterado por un
cerebro cómodo, aunque al miso tiempo moldeable. De nosotros depende como
modularlo y afinarlo, aunque cuanto más nos aferramos a nuestras creencias más
difícil es darle forma, hacerlo flexible. Por eso la importancia de que sea en
los primeros años de vida cuando tratemos de formar individuos flexibles,
críticos y creativos y, por ende, resolutivos, ambiciosos, con opinión, con
criterio y con la capacidad intrínseca y cultivada de afrontar las crisis
venideras.
Como hemos visto en los ejemplos de la
visión y la memoria, nuestro cerebro crea nuestra realidad, nuestro mundo, y la
percepción que de él tenemos. Quizás cada uno nos creamos nuestra verdad, pero
quizás también exista una realidad, algo “subjetivamente” más objetivo, una
visión más genérica y global sobre una idea. También hemos visto los mecanismos
que tratan de modificar nuestros sistemas de creencias o nuestras conductas
para que exista una armonía y una concordancia entre ambas. Pero para todo
ello, para posicionarte alá donde quieras, pues de ti depende, ahora sabes
cuales son las condiciones necesarias si quieres posicionarte en el lado que
creas correcto. Una mente flexible, un pensamiento crítico te llevarán a poseer
una mente creativa.
Rompiendo una lanza a favor de Descartes,
y su concepción (nada compartida por la ciencia actual pero que he querido
utilizar aquí de forma metafórica) distintiva entre cuerpo y mente, tu cerebro
crea tu realidad, pero tú eres quien decides en qué lugar de esa realidad
permanecer.
Pedazo de artículo Jose Capote, me ha encantado como describes la construcción que hace la percepción en función de la codificación que produce la sensación, efectivamente la percepción es subjetiva, ahí tenemos como prueba el gran experimento de Kohler que le ponían gafas invertidas al sujeto y al poco tiempo la mente le daba la vuelta a las imágenes y se veía de nuevo al derecho. Bueno de hecho nosotros vemos una proyección invertida de la retina. Te animo a que sigas escribiendo cosas tan interesantes porque dejas claro que nuestros prejuicios efectivamente transforman la realidad, y la pregunta que yo me hago es si las emociones también lo hacen? Porque nuestras expectativas, miedos, ansiedades, euforias... Nos hacen ver lo que queremos realmente ver? Cómo influyen las emociones en nuestro pensamiento? Quizás las chica de la escalada que pensaba de una manera y ahora piensa de otra, no existe una emoción que está actuando? Ahí lo dejo...
ResponderEliminarGracias Manu!! un placer que me leas, te lo digo de corazón y con toda la admiración del mundo.
ResponderEliminarLo primero que voy a hacer tras escribirte es ver esos experimentos de Kolher, porque nunca los vi y me ha fascinado leértelo decir.
En cuanto a lo que comentas de las emociones y en cómo éstas influyen en nuestros pensamientos es totalmente cierto. De hecho, si distinguimos entre estímulo que ejerce una emoción determinada, sabiendo que la emoción se expresa en el cuerpo y que, posteriormente, la mente se hace consciente de ese estado del cuerpo en relación a ese estímulo, evaluando la situación y esa relación estímulo - emoción para así formar un sentimiento, podemos determinar que el pensamiento es a su vez el que origina el sentimiento y, a su vez, el que origina la emoción. El estímulo generador de emociones puede ser externo, un oso, o interno, un pensamiento. Imagina un hombre (para erradicar tópicos) maltratado por la mujer durante años. La denuncia y la menten en la cárcel. Ella solo lo maltrataba a él. Con los años se encuentran en un súper. Nadie del súper tiene una emoción específica ante la presencia de esta mujer, pero él, en cuento la ve, comienza a sudar, su corazón se dispara, etc. Pero, seguramente, no hace falta que se la encuentre en el súper, sino que el simple hecho de pensar en ella le produzca una emoción y tras él un sentimiento.
Por último, está claro que los sesgos existen. Seguramente esa chica escaladora me pareció una principiante y eso hizo que yo sopesara su acción como errónea, del mismo modo que ella me vería como un friki presumido de la escalada y se lo tomase a mal. Pero claro, ahora nos caemos bien, todo es diferente. Las experiencias modifican nuestros sesgos. No hay nada mejor que para erradicar un perjuicio que poner al individuo con perjuicios a interactuar con algún individuo con el que tiene dicho perjuicio. Estamos invadido por los sesgos, a veces necesarios para simplificar los estímulos, son heurísticos al fin y al cabo, pero peligrosos. A final vuelta a lo mismo, mente flexible, pensamiento crítico para disponer de una mente creativa que nos lleve a un punto en el que eliminemos los sesgos en la medida de lo posible y ser mejores personas. igual he mareado mucho la perdiz)
Un abrazo
Excelente su publicación y respuesta!
Eliminarmuchas gracias !!
EliminarJeje he conseguido que completes el artículo estimulándote en la dosis adecuada, me encanta, así me queda claro: estímulo percepción memoria pensamiento emoción y acción. Dicho así para simplificar y la atención presente en cada proceso. Fíjate que yo he pensado mucho en eso y la importancia del orden que a veces llegan las cosas, primero la emoción y después condiciona el pensamiento, o es primero el pensamiento quien provoca la emoción, porque lo que si he comprobado que una vez que la cadena de conductas se produce hay que recurrir a un recurso bastante consciente y responsable para cambiar el desenlace de los acontecimientos.
ResponderEliminarTodo esto da que pensar, fenómeno, gracias un abrazo.
Muy buen artículo, Jose. No serías tú si no hicieses mención al gran Leo (y no me refiero al futbolista).
ResponderEliminarMe ha llamado la atención la pregunta de si las emociones pueden ser cambiadas como lo son los pensamientos y las conductas en la Teoría de la Disonancia Cognitiva. Quizás ya sea hora de promulgar una nueva "Teoría de la Disonancia Emotiva".
Un abrazo enorme.
Gracias Patrick!!! esa será nuestra teoría, no???
ResponderEliminarUn abrazo mákina!!