martes, 1 de septiembre de 2015

El Ego a salvo tras una ruptura sentimental...

Si nos disponemos a enumerar cada una de las emociones que llegamos a experimentar a lo largo de nuestra vida nos daríamos cuenta que son más las emociones y sentimientos negativos que los positivos. Con esto no me estoy refiriendo a caracteres de personalidad, ni tampoco a estados anímicos de un individuo a una situación determinada. No es algo individual, sino una característica de nuestra especie. Poseemos un repertorio emocional fruto de la selección natural. Esto es, para protegernos, para salvaguardarnos de los peligros, para asegurar nuestra supervivencia, para ello surgieron las emociones. Sin ellas hoy no estaríamos aquí . Las emociones básicas son seis: alegría, sorpresa, miedo, ira, asco y tristeza. Si nos fijamos, el resultado es favorable a las emociones negativas. Las emociones son reacciones psicofisiológicas que produce nuestro organismo ante la presentación de estímulos tanto externos (un ladrón) como internos (pensamientos). A través de esas reacciones de nuestro organismo se desencadenan una serie de respuestas automáticas que serán evaluadas por nuestra mente, relacionando el estímulo, la reacción psicofisiológica dada y el resultado final para, posteriormente, desencadenar un sentimiento determinado. Tras esa relación, lo que Antonio Damasio denominó Marcador Somático, es cuando se produce el sentimiento.

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Dicen, y no deben ir demasiado mal encaminados los que lo dicen, que hacen falta diez buenas acciones para equilibrar una mala acción. Si, por ejemplo, nos fijamos en los procesos de condicionamiento clásico. Un estímulo neutro (una campana) presentado repetidas veces junto con un estímulo incondicionado (alimento) producía una respuesta condicionada (salivación) casi con la misma fuerza asociativa que la respuesta incondicionada (salivación) posterior al estímulo incondicionado (alimento). Esto es, la campana en sí no produce ningún tipo de respuesta. El alimento produce una respuesta que es la salivación. Cuando se empareja la campana con el alimento las suficientes veces, de la forma contingente, se asocian, llegando el momento que el simple sonido de la campana produce salivación. Esta asociación es el principio del condicionamiento clásico y, como este, hay infinidad de ejemplos. Esto ocurre, como hemos dicho, tras el emparejamiento de los estímulos neutros e incondicionados repetidas veces.
Imagina que montas a caballo desde hace varios años. Eres un jinete experto. Realizas saltos de obstáculos y galopas a gran velocidad. Tu dominio del ecuestre es tal que has ganado varios premios regionales en doma y salto. Pero un día de infortunio ocurre el desastre. Hacía viento y una bolsa de plástico que algún desarmado y guarro espectador dejó caer al suelo fue arrastrada hasta el interior del picadero asustando a tu noble caballo que, realizando un movimiento brusco e inesperado, te tira de la silla y caes al albero. Luxación de hombro y la cadera dislocada. Tras la recuperación no vuelves a ser el mismo. Has montado miles de veces y ahora, tras la caída, tras una sola caída, te encuentras atemorizado y tu corazón se dispara con el solo pensamiento de volver a montar a caballo. Un solo emparejamiento hace que tengas miedo a montar a caballo. ¿Cuántas veces debes montar a caballo sin sufrir daño alguno hasta que se te quite el miedo que adquiriste tras el accidente? Seguramente más de diez.  Parece ser que cuando a supervivencia se refiere un solo emparejamiento es suficiente para asociar los estímulos.

Nuestro cerebro está preparado para garantizar nuestra supervivencia, y esta es la razón por la que, primero, hacen falta diez buenas acciones para compensar tan solo una mala acción y, segundo, para que nuestro repertorio de emociones negativas sea superior que al de emociones positivas. En éste último caso, que no sintamos alegría no pone en juego nuestra supervivencia, pero si no sentimos miedo podemos ser asesinados, si no sentimos asco podemos ingerir un alimento podrido que nos lleve a la muerte, si no sentimos ira no podríamos defendernos, y así sucesivamente.

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¿Compensa enamorarse?

Conociste a tu media naranja. Fue un flechazo en toda regla. Estabais en el lugar preciso en el momento oportuno. Esas miradas, esos guiños y esa sonrisa que nunca podías dejar de mirar cuando estabais juntos, e imaginar cuando la distancia se interponía entre vosotros. Estabais recelosos, pues el amor, mejor dicho el desamor, ya había hecho mella en vosotros en relaciones anteriores. Pero, ¿cómo no apostar por un sentimiento tan fuerte, por una sonrisa tan pura y mágica, por los momentos del vino y de lunas llenas, por los fuegos artificiales en forma de corazón, por el aroma de su cuerpo y el tacto de su piel?

Os enamorasteis, y en seguida os fuisteis a vivir juntos. Pronto os convertisteis en los mejores amigos, en amantes, en el hombro y apoyo del otro. Compartíais las alegrías y los buenos momentos, pero también las tristezas y los momentos no tan buenos, cuando los que siempre estaban desaparecían. Vigía de tus pesadillas, de tus miedos e inseguridades, guardián de tu pasado, juntos de la mano hacia un futuro. Era fantástico sentirse el uno parte del otro.

Pero un día todo se acabó. Lo supiste cuando le viste la cara al despertar. Ya no hay amor. La relación se rompe.  Se terminó.

Desconocidos, conocidos, amigos, amantes, pareja. Esta debiera ser la jerarquía ideal en la formación de una relación. Para ser amigos tendrían que ser conocidos y para ser pareja antes debieran ser amigos. Todo esto en un mundo ideal y perfecto, obviamente. ¿Cuántas parejas hay que no son ni amantes ni amigos y amantes que ni se conocen? De este modo, siguiendo esta jerarquía, ¿cómo es posible que cuando la pareja se termina, muchas veces, más de las que nos gustaría, se saltan todos los escalones anteriores de una sola vez? ¿Cuántas  personas “que solían conocerse” podríamos encontrarnos? La pareja se rompe, y dejan de ser amantes, y dejan de ser amigos, y dejan de ser, si pudiera decirse, hasta conocidos. Incluso podrían bajar a las profundidades del odio.

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¿Qué nos impide mantener una amistad con una ex pareja incluso cuando los sentimientos “románticos”, por así llamarlos, han desaparecido? Obviamente, para que una amistad pueda desarrollarse una vez finalizada una relación sentimental con éxito ambas partes deben tener los corazones curados. Pero, una vez esto, ¿cómo no ser amigos?

Partiendo de la base que cada uno de los miembros de la pareja siempre actuó de la mejor forma que pudo, ¿por qué no florece una amistad? Quizás porque te fue infiel pero, ¿por qué te fue infiel? Quizás buscaba un cariño que no tenía. Claro que podría haberlo hablado en lugar de haber sido infiel. Claro que en esa relación no había comunicación. Entonces, ¿qué más da? ¿No fueron muchos, y estoy seguro que en la mayoría de las relaciones fue así, los momentos buenos? ¿No fueron éstos más abundantes que los malos? ¿No hubo amor, cariño, ternura, comprensión? ¿Cuántas veces os hicisteis el amor? ¿cuántos abrazos? ¿Cuántas sonrisas?

Estoy seguro que, salvo excepciones, en la mayoría de los casos los momentos buenos superaron a los malos. Y es el Ego, el ego dolido y dañado, absorto y ensimismado, ego de egoísta, el que impide que el amor siga existiendo, quizás ahora de otra forma, pero siempre con el sentido que le podamos dar a todas esas veces que nos miramos a los ojos y nos fundimos en amor.

¿Compensa enamorarme de esa persona que tan bien me cae, con el riesgo a que si sale mal la relación la pierda para siempre? Piénsalo.

Tenemos que trabajar las relaciones, cuidarlas y mimarlas para que perduren. Pero si no lo hacen, por el motivo que sea, por la culpa de uno, o de otro, ¡qué más da!, debemos darle un sentido, un espacio en nuestro corazón, donde el ego no tiene cabida, porque el amor es expansión, y donde éste esté, no haya cabida para ninguna de esas emociones negativas.

Y es que, hoy, lo que hoy somos, es el resultado de todas y cada una de las experiencias vividas en nuestras vida. Somos el resultado de nuestra infancia, adolescencia, de la educación de casa, de la escuela, y de todas las relaciones vividas con amigos y con parejas. Sería una pena obviar esa parte de nuestras vidas, obviar un corazón que una vez te llenó de amor.

Un fallo, un error, un mecanismo que nuestro cerebro adopta para garantizar nuestra supervivencia. Pero mantener al Ego vivo no es supervivencia. Porque un día, cuando pase un tiempo, mirarás atrás y, quizás, solo quizás, recuerdes ese pedacito de tu vida que un día dejaste ir por culpa de un ego que ya entonces habrá sucumbido a la compasión del que aprende que la vida es un tren que solo pasa una vez.

Es un trabajo que debemos realizar. Un patrón de pensamientos a cambiar. Nuestro cerebro es plástico y moldeable, el que nos configura, el mismo, puede ser configurado. No separemos nuestro cerebro de nuestra identidad. Somos lo que pensamos, y con el trabajo adecuado podemos matar al Ego. Depende de cómo pienses, de aceptar que no fue el otro quien jodió la relación, sino ambos, porque en el amor de pareja juegan dos en el mismo equipo, y si la partida se acaba es porque ninguno de los dos supo jugarla. Tendemos a responsabilizar a la otra persona, para sentirnos bien, para sobrevivir. Nuestro cerebro tiene una memoria ilimitada, pero su capacidad cognitiva sí lo es. Si responsabilizamos al otro, si gana el Ego, estamos salvados. Nosotros no tenemos que cambiar nada puesto que fue culpa del otro. Es el trabajo del Ego, impedirnos crecer en pos de mantener recursos para otras cuestiones. Matar al Ego es crecimiento y aprendizaje pero requiere un esfuerzo. El esfuerzo por cambiar y aceptar nuestra responsabilidad.  


2 comentarios:

  1. Un poco de brainstorming esta bien... Ya sabes la teoría de la disonancia cognitiva y que todo lo que no encaja en nuestra razón, se hace necesario crear un recurso mental y al final producto de esa imaginación se busca estar tranquilo. Pero desde fuera en este caso lo correcto es analizar las atribuciones de fracaso y tu atribución es interna (depende de ti y tu ego) y estable (el instinto de supervivencia). Bien, es tu realidad, y no me atrevo a cuestionarla, eso si, tres cosas. La primera, ser infiel porque no me lo dabas tu y lo busque fuera, y vale como razón, no es argumento válido. Hay por encima un principio de fidelidad y honestidad a la persona, y hay personas fieles por encima de todo porque lo llevan. Segundo, los humanos somos mas que seres puramente condicionados, afortunadamente no somos animales aunque eso afecte, hay algo por encima y es la inteligencia, y por ultimo... No somos lo que percibimos, somos lo que pensamos, incluso se siente en función del pensamiento.... Actuamos como pensamos y sentimos, la percepción es una construcción subjetiva de la realidad..., "mi" realidad. Este texto está contaminado de emociones. Visto desde fuera se ve así.

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  2. En absoluto hablo de Mí Ego, pues Ego tenemos todos y cada uno de nosotros. En cuanto a la percepción subjetiva de la realidad más bien que cada uno tenemos una visión del mundo debido a la estructuración y organización del cerebro. Lo de la infidelidad es un ejemplo como muchos otros, de hecho va seguido de un "qué más da! Obviamente, aunque no viene al caso del artículo, existen unos valores morales que debemos tener con nosotros mismo y con nuestra pareja, pero es que no viene al caso. Es obvio y queda claro que es un ejemplo.

    Los humanos somos más que seres puramente condicionados, sí. Pero somos seres condicionados, nos guste o no. Si no nos nos pondrían musiquita pegadiza en los anuncios de la tele. Un gran porcentaje de publicidad y marketing se basa en el condicionamiento clásico y creo que éxito tienen. Otra cosa que me extraña es que hayas dicho que no somos animales.... Si Darwing levantara la cabeza... No porque seamos la especie más inteligente nos salvamos de ser animales, sino los delfines no serían animales, ni los primates, ni mi perro. Quizás, más bien, sea el lenguaje lo que nos hace más humanos que otros animales. En cuanto a que somos lo que pensamos síiiiiiii!!!!!! ahí sí vamos hablando del sentido del post. Pero date cuenta de una cosa, pensamos sobre aquello que percibimos. Yo creo que deberías volver a leer el artículo porque es que te has desviado un poco del asunto. Es que no sé a donde te quieres dirigir con tus argumentaciones, porque no hablas del tema en cuestión sino del relleno, de los ejemplos, etc...

    Lo siento,, :(

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