Si nos disponemos a enumerar cada una de
las emociones que llegamos a experimentar a lo largo de nuestra vida nos
daríamos cuenta que son más las emociones y sentimientos negativos que los
positivos. Con esto no me estoy refiriendo a caracteres de personalidad, ni
tampoco a estados anímicos de un individuo a una situación determinada. No es
algo individual, sino una característica de nuestra especie. Poseemos un
repertorio emocional fruto de la selección natural. Esto es, para protegernos,
para salvaguardarnos de los peligros, para asegurar nuestra supervivencia, para
ello surgieron las emociones. Sin ellas hoy no estaríamos aquí . Las emociones
básicas son seis: alegría, sorpresa, miedo, ira, asco y tristeza. Si nos
fijamos, el resultado es favorable a las emociones negativas. Las emociones son
reacciones psicofisiológicas que produce nuestro organismo ante la presentación
de estímulos tanto externos (un ladrón) como internos (pensamientos). A través
de esas reacciones de nuestro organismo se desencadenan una serie de respuestas
automáticas que serán evaluadas por nuestra mente, relacionando el estímulo, la
reacción psicofisiológica dada y el resultado final para, posteriormente,
desencadenar un sentimiento determinado. Tras esa relación, lo que Antonio Damasio
denominó Marcador Somático, es cuando
se produce el sentimiento.
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Dicen, y no deben ir demasiado mal
encaminados los que lo dicen, que hacen falta diez buenas acciones para
equilibrar una mala acción. Si, por ejemplo, nos fijamos en los procesos de condicionamiento
clásico. Un estímulo neutro (una campana) presentado repetidas veces junto con
un estímulo incondicionado (alimento) producía una respuesta condicionada
(salivación) casi con la misma fuerza asociativa que la respuesta
incondicionada (salivación) posterior al estímulo incondicionado (alimento).
Esto es, la campana en sí no produce ningún tipo de respuesta. El alimento
produce una respuesta que es la salivación. Cuando se empareja la campana con
el alimento las suficientes veces, de la forma contingente, se asocian,
llegando el momento que el simple sonido de la campana produce salivación. Esta
asociación es el principio del condicionamiento clásico y, como este, hay
infinidad de ejemplos. Esto ocurre, como hemos dicho, tras el emparejamiento de
los estímulos neutros e incondicionados repetidas veces.
Imagina que montas a caballo desde hace
varios años. Eres un jinete experto. Realizas saltos de obstáculos y galopas a
gran velocidad. Tu dominio del ecuestre es tal que has ganado varios premios
regionales en doma y salto. Pero un día de infortunio ocurre el desastre. Hacía
viento y una bolsa de plástico que algún desarmado y guarro espectador dejó
caer al suelo fue arrastrada hasta el interior del picadero asustando a tu
noble caballo que, realizando un movimiento brusco e inesperado, te tira de la
silla y caes al albero. Luxación de hombro y la cadera dislocada. Tras la
recuperación no vuelves a ser el mismo. Has montado miles de veces y ahora,
tras la caída, tras una sola caída, te encuentras atemorizado y tu corazón se
dispara con el solo pensamiento de volver a montar a caballo. Un solo
emparejamiento hace que tengas miedo a montar a caballo. ¿Cuántas veces debes
montar a caballo sin sufrir daño alguno hasta que se te quite el miedo que adquiriste
tras el accidente? Seguramente más de diez. Parece ser que cuando a supervivencia se
refiere un solo emparejamiento es suficiente para asociar los estímulos.
Nuestro cerebro está preparado para
garantizar nuestra supervivencia, y esta es la razón por la que, primero, hacen
falta diez buenas acciones para compensar tan solo una mala acción y, segundo,
para que nuestro repertorio de emociones negativas sea superior que al de
emociones positivas. En éste último caso, que no sintamos alegría no pone en
juego nuestra supervivencia, pero si no sentimos miedo podemos ser asesinados,
si no sentimos asco podemos ingerir un alimento podrido que nos lleve a la
muerte, si no sentimos ira no podríamos defendernos, y así sucesivamente.
*
¿Compensa enamorarse?
Conociste a tu media naranja. Fue un
flechazo en toda regla. Estabais en el lugar preciso en el momento oportuno.
Esas miradas, esos guiños y esa sonrisa que nunca podías dejar de mirar cuando
estabais juntos, e imaginar cuando la distancia se interponía entre vosotros.
Estabais recelosos, pues el amor, mejor dicho el desamor, ya había hecho mella
en vosotros en relaciones anteriores. Pero, ¿cómo no apostar por un sentimiento
tan fuerte, por una sonrisa tan pura y mágica, por los momentos del vino y de
lunas llenas, por los fuegos artificiales en forma de corazón, por el aroma de
su cuerpo y el tacto de su piel?
Os enamorasteis, y en seguida os fuisteis
a vivir juntos. Pronto os convertisteis en los mejores amigos, en amantes, en
el hombro y apoyo del otro. Compartíais las alegrías y los buenos momentos,
pero también las tristezas y los momentos no tan buenos, cuando los que siempre
estaban desaparecían. Vigía de tus pesadillas, de tus miedos e inseguridades,
guardián de tu pasado, juntos de la mano hacia un futuro. Era fantástico
sentirse el uno parte del otro.
Pero un día todo se acabó. Lo supiste
cuando le viste la cara al despertar. Ya no hay amor. La relación se
rompe. Se terminó.
Desconocidos, conocidos, amigos, amantes,
pareja. Esta debiera ser la jerarquía ideal en la formación de una relación.
Para ser amigos tendrían que ser conocidos y para ser pareja antes debieran ser
amigos. Todo esto en un mundo ideal y perfecto, obviamente. ¿Cuántas parejas
hay que no son ni amantes ni amigos y amantes que ni se conocen? De este modo,
siguiendo esta jerarquía, ¿cómo es posible que cuando la pareja se termina,
muchas veces, más de las que nos gustaría, se saltan todos los escalones
anteriores de una sola vez? ¿Cuántas
personas “que solían conocerse” podríamos encontrarnos? La pareja se
rompe, y dejan de ser amantes, y dejan de ser amigos, y dejan de ser, si
pudiera decirse, hasta conocidos. Incluso podrían bajar a las profundidades del
odio.
*
¿Qué nos impide mantener una amistad con
una ex pareja incluso cuando los sentimientos “románticos”, por así llamarlos,
han desaparecido? Obviamente, para que una amistad pueda desarrollarse una vez
finalizada una relación sentimental con éxito ambas partes deben tener los
corazones curados. Pero, una vez esto, ¿cómo no ser amigos?
Partiendo de la base que cada uno de los
miembros de la pareja siempre actuó de la mejor forma que pudo, ¿por qué no
florece una amistad? Quizás porque te fue infiel pero, ¿por qué te fue infiel?
Quizás buscaba un cariño que no tenía. Claro que podría haberlo hablado en
lugar de haber sido infiel. Claro que en esa relación no había comunicación.
Entonces, ¿qué más da? ¿No fueron muchos, y estoy seguro que en la mayoría de
las relaciones fue así, los momentos buenos? ¿No fueron éstos más abundantes
que los malos? ¿No hubo amor, cariño, ternura, comprensión? ¿Cuántas veces os
hicisteis el amor? ¿cuántos abrazos? ¿Cuántas sonrisas?
Estoy seguro que, salvo excepciones, en
la mayoría de los casos los momentos buenos superaron a los malos. Y es el Ego,
el ego dolido y dañado, absorto y ensimismado, ego de egoísta, el que impide
que el amor siga existiendo, quizás ahora de otra forma, pero siempre con el
sentido que le podamos dar a todas esas veces que nos miramos a los ojos y nos fundimos
en amor.
¿Compensa enamorarme de esa persona que
tan bien me cae, con el riesgo a que si sale mal la relación la pierda para
siempre? Piénsalo.
Tenemos que trabajar las relaciones,
cuidarlas y mimarlas para que perduren. Pero si no lo hacen, por el motivo que
sea, por la culpa de uno, o de otro, ¡qué más da!, debemos darle un sentido, un
espacio en nuestro corazón, donde el ego no tiene cabida, porque el amor es
expansión, y donde éste esté, no haya cabida para ninguna de esas emociones
negativas.
Y es que, hoy, lo que hoy somos, es el
resultado de todas y cada una de las experiencias vividas en nuestras vida.
Somos el resultado de nuestra infancia, adolescencia, de la educación de casa,
de la escuela, y de todas las relaciones vividas con amigos y con parejas. Sería
una pena obviar esa parte de nuestras vidas, obviar un corazón que una vez te
llenó de amor.
Un fallo, un error, un mecanismo que
nuestro cerebro adopta para garantizar nuestra supervivencia. Pero mantener al Ego vivo no es supervivencia. Porque un día, cuando pase un tiempo, mirarás
atrás y, quizás, solo quizás, recuerdes ese pedacito de tu vida que un día
dejaste ir por culpa de un ego que ya entonces habrá sucumbido a la compasión
del que aprende que la vida es un tren que solo pasa una vez.
Es un trabajo que debemos realizar. Un patrón
de pensamientos a cambiar. Nuestro cerebro es plástico y moldeable, el que nos
configura, el mismo, puede ser configurado. No separemos nuestro cerebro de nuestra identidad. Somos lo que pensamos, y con el trabajo adecuado podemos
matar al Ego. Depende de cómo pienses, de aceptar que no fue el otro quien
jodió la relación, sino ambos, porque en el amor de pareja juegan dos en el
mismo equipo, y si la partida se acaba es porque ninguno de los dos supo jugarla. Tendemos a responsabilizar a la otra persona, para sentirnos bien,
para sobrevivir. Nuestro cerebro tiene una memoria ilimitada, pero su capacidad cognitiva sí lo es. Si responsabilizamos al otro, si gana el Ego,
estamos salvados. Nosotros no tenemos que cambiar nada puesto que fue culpa del
otro. Es el trabajo del Ego, impedirnos crecer en pos de mantener recursos para
otras cuestiones. Matar al Ego es crecimiento y aprendizaje pero requiere un
esfuerzo. El esfuerzo por cambiar y aceptar nuestra responsabilidad.
Un poco de brainstorming esta bien... Ya sabes la teoría de la disonancia cognitiva y que todo lo que no encaja en nuestra razón, se hace necesario crear un recurso mental y al final producto de esa imaginación se busca estar tranquilo. Pero desde fuera en este caso lo correcto es analizar las atribuciones de fracaso y tu atribución es interna (depende de ti y tu ego) y estable (el instinto de supervivencia). Bien, es tu realidad, y no me atrevo a cuestionarla, eso si, tres cosas. La primera, ser infiel porque no me lo dabas tu y lo busque fuera, y vale como razón, no es argumento válido. Hay por encima un principio de fidelidad y honestidad a la persona, y hay personas fieles por encima de todo porque lo llevan. Segundo, los humanos somos mas que seres puramente condicionados, afortunadamente no somos animales aunque eso afecte, hay algo por encima y es la inteligencia, y por ultimo... No somos lo que percibimos, somos lo que pensamos, incluso se siente en función del pensamiento.... Actuamos como pensamos y sentimos, la percepción es una construcción subjetiva de la realidad..., "mi" realidad. Este texto está contaminado de emociones. Visto desde fuera se ve así.
ResponderEliminarEn absoluto hablo de Mí Ego, pues Ego tenemos todos y cada uno de nosotros. En cuanto a la percepción subjetiva de la realidad más bien que cada uno tenemos una visión del mundo debido a la estructuración y organización del cerebro. Lo de la infidelidad es un ejemplo como muchos otros, de hecho va seguido de un "qué más da! Obviamente, aunque no viene al caso del artículo, existen unos valores morales que debemos tener con nosotros mismo y con nuestra pareja, pero es que no viene al caso. Es obvio y queda claro que es un ejemplo.
ResponderEliminarLos humanos somos más que seres puramente condicionados, sí. Pero somos seres condicionados, nos guste o no. Si no nos nos pondrían musiquita pegadiza en los anuncios de la tele. Un gran porcentaje de publicidad y marketing se basa en el condicionamiento clásico y creo que éxito tienen. Otra cosa que me extraña es que hayas dicho que no somos animales.... Si Darwing levantara la cabeza... No porque seamos la especie más inteligente nos salvamos de ser animales, sino los delfines no serían animales, ni los primates, ni mi perro. Quizás, más bien, sea el lenguaje lo que nos hace más humanos que otros animales. En cuanto a que somos lo que pensamos síiiiiiii!!!!!! ahí sí vamos hablando del sentido del post. Pero date cuenta de una cosa, pensamos sobre aquello que percibimos. Yo creo que deberías volver a leer el artículo porque es que te has desviado un poco del asunto. Es que no sé a donde te quieres dirigir con tus argumentaciones, porque no hablas del tema en cuestión sino del relleno, de los ejemplos, etc...
Lo siento,, :(